domingo, 30 de enero de 2011

David Lynch


Sí, parece que últimamente me ha dado por el "estrambótico" David Lynch, rachas que tiene una... Pese a ser un cineasta que usa y abusa de elementos tan recurrentes en todas sus obras como cantidades industriales de paranoia, un toque de absurdo y grandes dosis de promiscuidad (dicho sea de paso), e incluso en la mayoría de sus trabajos uno se quede delante de la pantalla con cara de póker o pensando directamente que este señor le ha tomado el pelo, la verdad es que sus películas no defraudan.

Como ya he dicho, bien es cierto que nunca se sabe a ciencia cierta qué puede pretender este hombre. Incluso he llegado a leer que su modus operandi habitual consiste en ir grabando escenas que se le pasan por la cabeza de forma aleatoria, sin que necesariamente eso conlleve una lógica expositiva. Puede ser. La verdad es que eso no es lo que más me sorprendería a estas alturas...

Pese a no ser una grandísima experta en su filmografía, sí que es verdad que hay algunos elementos oníricos que se repiten en gran parte de sus trabajos. Un ejemplo: las lámparas rojas aparecen, de momento, en todos los filmes que he tenido la oportunidad de ver. ¿Se supone que eso quiere decir algo? Sólo Lynch puede saberlo... Sea como fuere, el director tiene la facilidad de hacer que elementos tan particulares como unas simples lámparas puedan llegar a crear una atmósfera inquietante conforme va avanzando la historia.

Si os gustan las "rarezas" cinematográficas, sin duda alguna David Lynch es vuestro director. Puede que no entendáis nada (muchas veces pienso que ni siquiera él mismo se entiende), pero la verdad es que sus filmes tienen algo que engancha. Esos personajes excéntricos donde los haya, ese misterio que sólo él sabe crear con elementos cotidianos, esa ligera frontera entre lo real y lo que no lo es (o, al menos, no parece serlo...).

Una propuesta: Terciopelo azul, protagonizada por uno de sus habituales colaboradores, Kyle MacLachlan, e Isabella Rossellini, con quien el cineasta compartió una relación sentimental. Todo queda en casa.

viernes, 21 de enero de 2011

Mulholland Drive


Mulholland Drive es una conocida carretera situada en Los Ángeles, y el nombre que el siempre inquietante David Lynch tomó para una de sus películas más conocidas. Lynch nunca ha negado su gusto por movimientos como el dadaísmo y el surrealismo, influencias que quedan plasmadas en la gran mayoría de sus filmes y series de televisión (hay que recordar la mítica Twin Peaks, con la que miles de espectadores se preguntaron quién mató a Laura Palmer, su protagonista, algo que para muchos aún no ha quedado lo suficientemente claro).

Como en todos los trabajos del realizador norteamericano, lo real y lo onírico se mezclan de una forma tan perfecta que sus creaciones han sido tachadas de inexplicables en numerosas ocasiones. De hecho, hace ya bastante tiempo leí una crítica sobre esta cinta que decía que incluso aquellas personas que no la entiendan muy bien, al menos podrán recrearse con el espectáculo visual que Lynch nos ofrece, y es que formalmente esta propuesta también es espectacular.

El propio Lynch, consciente de lo incomprensible de su obra, dio diez posibles claves para intentar descifrar esta película:
  • "Pongan particular cuidado al inicio de la película, por lo menos dos pistas son reveladas antes de los créditos".
  • "Consideren lo que sucede en las tomas de la lámpara roja".
  • "¿Pueden recordar el título de la película para la que Adam Kesher está audicionando actrices? ¿Se menciona de nuevo?"
  • "Un accidente es un evento terrible... consideren el lugar donde ocurrió el siniestro".
  • "¿Quién entrega una llave? ¿Por qué?"
  • "Presten atención a los siguientes objetos: un cenicero, una taza de café y una alfombra".
  • "¿Qué sucede dentro del club El Silencio?"
  • "¿El talento fue lo único que ayudó a Camilla?"                                                      
  • "Noten qué sucede con el hombre que está detrás de Winkies".
  • "¿Dónde está la tía Ruth?"

Tranquilos que no se trata de un spoiler, al menos propiamente dicho, ya que os aseguro que ni con estas pistillas se puede lograr comprender la mente de Lynch... También hay que destacar la interpretaciones de sus protagonistas, Laura Elena Harring y Naomi Watts, quien se consagró mundialmente gracias a este film. Aquí, un adelanto:


martes, 18 de enero de 2011

Dogma 95 a la argentina

Fuckland es una película argentina del año 2000 que ha conseguido el privilegio de ser reconocida como la octava cinta del movimiento dogma ideado por el siempre enigmático Lars von Trier. Y es que, aunque no cumple a rajatabla todos los preceptos que dicta el manifiesto (casi ninguno de estos filmes lo hace), redactado por el propio Trier, bien es cierto que en su forma se parece bastante a las normas estipuladas por el cineasta danés. El manifiesto en cuestión incluye una serie de pautas que han de cumplir aquellas películas que pretenden huir del llamado cine "comercial".

El título de la película, dirigida por José Luis Marqués, es una forma malsonante que pretende hacer un juego de palabras con Falkland, nombre que el gobierno inglés dio a las islas Malvinas, después de que el Reino Unido se las arrebatara a Argentina en 1833.

Fuckland es una mezcla de realidad y ficción que transcurre íntegramente en las islas Malvinas, hacia donde se desplazó un grupo de rodaje compuesto por siete personas. Además, este rodaje transcurrió de una forma completamente clandestina, llegando al punto de que los miembros del equipo se hicieron pasar por turistas.

El actor principal, Fabián Stratas, no sólo realiza un trabajo interpretativo: también graba con su propia cámara las situaciones más "incómodas", dando ese efecto de cámara nerviosa que tanto gusta a los realizadores fieles al Dogma 95. El argumento es bastante simple: un argentino viaja a las Malvinas con la intención de procrear con las nativas del lugar, y así conseguir que esos futuros hijos sean también argentinos.

Aquí os dejo un vídeo que he encontrado sobre esta interesante propuesta. Espero que lo disfrutéis...

domingo, 16 de enero de 2011

Nuevo cine mexicano

México no es sólo el productor mundial de culebrones. Desde finales de los años noventa, la industria fílmica mexicana ha experimentado un notable aumento en su producción, impulsado por cintas como Sexo, pudor y lágrimas (1999), dirigida por Antonio Serrano. Podría decirse que este film marcó un antes y un después: su argumento mezclaba temas cotidianos con ese argot tan característico de las películas mexicanas (casi incomprensible para los no iniciados en este cine), por lo que los espectadores del país se sentían altamente identificados.

Esa temática urbana y cotidiana, mezclada con los problemas de México y las diferencias entre clases sociales, también pudo apreciarse en lo que se ha considerado el boom definitivo del despegue de esta cinematografía: Amores Perros (Alejandro González Iñárritu, 2000), cuya nominación al Oscar en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa hizo el resto. No ganó, pero sin duda alguna este fue uno de los factores que supuso el lanzamiento final de este cine. Ambas películas tienen un patrón común: su temática arriesgada y ese reflejo de la sociedad de su país. Factores que, sin duda alguna, han sido importantes a la hora de propiciar este imparable avance.

Más tarde vendrían otras películas, algunas incluso bastante polémicas: Perfume de Violetas (Maryse Sistach, 2000), Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001), De la calle (Gerardo Tort, 2001), El Crimen del Padre Amaro (Carlos Carrera, 2002), Temporada de Patos (Fernando Eimbcke, 2004) o, la más reciente, Luz Silenciosa (Carlos Reygadas, 2007), por nombrar sólo algunas.

Otras películas imprescindibles son las coproducciones hispano-mexicanas El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006) y Biutiful (Alejandro González Iñárritu, 2010), la propuesta mexicana de cara a la próxima edición de los Oscar y favorita en los Globos de Oro… ¿Ya las habéis visto?




sábado, 15 de enero de 2011

Un genio homenajeado por otro

Seguro que todos conocéis el film Un perro andaluz, película (más bien podríamos calificarla como cortometraje) surrealista que remite constantemente al delirio y al sueño. Fue ideada por Luis Buñuel con la ayuda de su amigo Salvador Dalí.


Según el propio Buñuel, el proyecto nació de la confluencia de dos sueños: Dalí le contó que soñó con hormigas que pululaban en sus manos, y Buñuel a su vez cómo una navaja seccionaba el ojo de alguien (de ahí la famosa imagen bandera de la película). Ambas escenas fueron plasmadas en el producto final.
 

 
Precisamente otro genio del séptimo arte, Alfred Hitchcock, rindió homenaje en su película Recuerda a ese mundo onírico de Dalí con unos dibujos realizados por el propio artista. El pretexto que Hitchcock utilizó para ello fue una escena en la que el protagonista de la cinta, Gregory Peck, rememora un viejo sueño en el que un hombre aparece recortando una tela con grandes ojos dibujados con la ayuda de una tijera gigante.



Para que os hagáis una idea de cómo es este homenaje hitchcockiano, os dejo el fragmento de la película donde aparecen los dibujos de Dalí. Sin duda, una buena muestra de que los más grandes también rinden sus propios homenajes.