domingo, 16 de enero de 2011

Nuevo cine mexicano

México no es sólo el productor mundial de culebrones. Desde finales de los años noventa, la industria fílmica mexicana ha experimentado un notable aumento en su producción, impulsado por cintas como Sexo, pudor y lágrimas (1999), dirigida por Antonio Serrano. Podría decirse que este film marcó un antes y un después: su argumento mezclaba temas cotidianos con ese argot tan característico de las películas mexicanas (casi incomprensible para los no iniciados en este cine), por lo que los espectadores del país se sentían altamente identificados.

Esa temática urbana y cotidiana, mezclada con los problemas de México y las diferencias entre clases sociales, también pudo apreciarse en lo que se ha considerado el boom definitivo del despegue de esta cinematografía: Amores Perros (Alejandro González Iñárritu, 2000), cuya nominación al Oscar en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa hizo el resto. No ganó, pero sin duda alguna este fue uno de los factores que supuso el lanzamiento final de este cine. Ambas películas tienen un patrón común: su temática arriesgada y ese reflejo de la sociedad de su país. Factores que, sin duda alguna, han sido importantes a la hora de propiciar este imparable avance.

Más tarde vendrían otras películas, algunas incluso bastante polémicas: Perfume de Violetas (Maryse Sistach, 2000), Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001), De la calle (Gerardo Tort, 2001), El Crimen del Padre Amaro (Carlos Carrera, 2002), Temporada de Patos (Fernando Eimbcke, 2004) o, la más reciente, Luz Silenciosa (Carlos Reygadas, 2007), por nombrar sólo algunas.

Otras películas imprescindibles son las coproducciones hispano-mexicanas El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006) y Biutiful (Alejandro González Iñárritu, 2010), la propuesta mexicana de cara a la próxima edición de los Oscar y favorita en los Globos de Oro… ¿Ya las habéis visto?




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